27 de julio de 2007

ASCENSIÓN AL PICO DEL ALBA (3150 m)

Último fin de semana del mes de Julio de 2007. Mi primo (Fernando) y yo (Arturo) decidimos coronar uno de los picos más emblemáticos del Pirineo y del valle de Benasque, el pico del Alba.

Regresaba de esta manera a un valle que 3 años atrás me había puesto a prueba con el ascenso al Aneto (3.404 m) y que no pude coronar debido al mal tiempo y al cansancio de mi primera salida a la montaña. Pero está vez todo pintaba diferente. Llevaba tiempo entrenando y físicamente me encontraba muy bien. Además mi “experiencia” de 3 años en montaña me daba una confianza que antaño no tenía. Está vez sabía donde me metía o eso creía.

Pongamos que esta nueva hazaña empieza el sábado día 28 de Julio de 2007. Había quedado con mi primo en Barbastro. Salgo de Lleida a las 16:00 y tardo poco más de una hora en llegar. Una vez llego a Barbastro llamo a mi primo para localizarlo. Resulta que se encuentra en Graus a unos 30Km de allí. Pongo carretera y antes de llegar a dicho pueblo me encuentro con mi primo en un embarcadero que está antes de llegar a Graus. Dejamos mi coche en Graus y vamos hasta Benasque con mi primo. Cuando llegamos a Benasque vamos hacía Llanos del Hospital donde dejaremos el coche para coger el autobús (4€ ida y vuelta) que nos llevará hasta un llano para poder partir dirección Renclusa (2.140 m) para pasar la noche.

Llegamos al refugio de la Renculsa. Dejamos las botas y los “hierros” en las taquillas. Las mochilas las subimos a la habitación “Maladetas” donde dormiremos. El refugio está lleno de Franceses (rigodones familiarmente hablando). Esta vez, no veo a ningún vasco, al menos no reconozco a ninguno de ellos. Mucho francés y catalán (me incluyo) y algún que otro maño. Cenamos sopa, ternera estofada y un yogur con canela en polvo de postres. Luego vaso de leche con Cola Cao y un orujo para mi primo y a la cama temprano, alrededor de las 22:30 h.

Esta vez no nos iba a pillar el toro ni a mí ni a mi primo, pues íbamos preparados con el “kit de noche en refugios”. Tapones de cera para apaciguar los ronquidos de los montañeros que cenan con vino y a dormir. A las 6:00 de la mañana nos levantamos. Desayunamos bien para coger fuerzas y es que las íbamos a necesitar. A las 6:45 ponemos el cuerpo en marcha dirección el Alba.

Primero toca pasar por un prado verde sin mucho esfuerzo hasta llegar a una larga pala de piedras y rocas. Poco a poco o pole pole vamos subiendo por la larga y cansada pala de piedras. Cuando toca el sol se convierte en un infierno. Sol, calor, sudor, piedras, rocas, resbalos, cansancio… forma parte de la montaña y de su encanto aunque en el momento no piensas en ello si no en una fría y triste comodidad para subir a la cima. Pero cuando la sangre vuelve a regar tu cabeza te das cuenta de que en eso consiste y que por eso un tresmil ni ninguna montaña es fácil de acceder. Y es que cuando estás subiendo una montaña formas parte de ella y te tienes que adaptar. Vamos subiendo y parando un par de veces para hidratarnos, comer algo y orientarnos en el mapa ya que no teníamos ni idea de por donde se accedía a la cumbre. Con el mapa y siguiendo los hitos que hay nos vamos guiando…muy mal. Cuando ganamos una altura considerable nos damos cuenta de que nos habíamos perdido, más bien equivocado. Así que toca bajar para poder coger la senda correcta. Mientras vamos bajando aparece el segundo y peor contratiempo de la jornada. Cuando voy a poner el pie en una de las afiladas piedras que hay por toda la montaña, me doy cuenta de que mis botas tienen un problema. Las suelas de las botas están rotas, desenganchadas. Poco a poco y a lo largo de la subida y de la bajada se irán desintegrando y perdiéndose por todo el valle. De nuevo nos encontramos en el punto clave. Esta vez elegimos bien y ponemos dirección al pico. En menos de una hora y media nos encontraremos en lo más alto. Para acceder a la cumbre hay que echar mano y ayudarnos de ellas para poder seguir subiendo. Hay un pequeño tramo donde tenemos que “escalar” sin ningún tipo de problema. A las 10:30 coronamos el pico con éxito. Tomamos las típicas fotografías de las fabulosas vistas que tiene este pico. Desde lo más alto podemos ver gran parte del valle, la verdad es que el momento vale la pena. Nos hidratamos, echamos un bocado y antes de iniciar la bajada finalizamos uno de los objetivos de esta expedición. Dejar en lo más alto del pico del Alba una parte de nosotros. En un pequeño cofre (comprado por Fernando en los chinos) dejamos un trozo de mi bota que irá dentro del anillo que deja Fernando y esté irá dentro de un calcetín de Zilia y todo ellos irá dentro del cofre que quedará reservado en el pico del Alba. Así pues dejamos nuestro tesoro bien guardado con la intención de que alguien de nosotros los recupere en alguna otra ocasión. A las 11:15 iniciamos la bajada hacía el refugio de la Renclusa. No hay ningún percance salvo que las botas poco a poco se van desintegrando y mis pies sufren lo que nunca antes habían sufrido. El tramo de bajada se me hace largo, las piedras no acaban nunca. Pero a las 13:45 llegamos al refugio. Me quito las botas, me pongo las chancletas y me como un bocata de butifarra blanca como recompensa de todo. Las botas quedan totalmente inútiles.

Antes de irnos pagamos la cuenta. Sinceramente me parece caro un total de 70 € por dormir, cenar y desayunar. La próxima vez, sólo será dormir. Bajamos hasta el llano para coger el autobús. Llegamos al parking donde se encuentra el coche de Fernando nos cambiamos y ponemos los pies en remojo en el río. Un placer, mis pies y todo mi cuerpo lo agradece. Antes de ir hacia Graus a coger mi coche paramos en Benasque para tomar una Coca Cola y mirar precios de botas para mí (pues necesitaré unas nuevas para la próxima aventura). Llegamos a Graus cojo mi coche y cada uno parte de nuevo a sus casas. A las 19:00 llego a Lleida para ducharme, descansar y coger el coche hasta Vilanova donde llegaré a las 3:00 de la madrugada.

Sin duda ha sido una experiencia bonita como siempre que voy a la montaña. Tener al lado a mi primo en cualquier expedición me supone una seguridad y una confianza añadida pero también una motivación. El pico del Alba es fabuloso, buenas vistas además hemos contado con un buen día de montaña. Me voy del Alba sabiendo que siempre habrá un trocito de mí (de mis botas) en él.

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